jueves, 20 de noviembre de 2008

“México en la Órbita de la Globalización: ¿Sujeto Globalizado o Globalizador?”


Conferencia que presenta el Dr. Enrique Villarreal Ramos ante la Academia Nacional de Turismo en el Salón Miguel Hidalgo y Costilla de la Ilustre y Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el día 29 de Agosto de 2007 , en México, D. F.

Introducción

Por su universalidad y espectacularidad, por su intensidad y complejidad, y por su fuerza y aceleración, la globalización actual se nos aparece como un fenómeno completamente nuevo, inédito en la historia universal. Sin duda, nunca se había presentado un ciclo globalizador de esta naturaleza, al grado que el concepto mismo se utiliza, más allá de sus propiedades específicas, para englobar al conjunto de cambios políticos, económicos, sociales, tecnológicos y culturales que caracterizan las últimas décadas del siglo XX y que continúan hasta hoy. Por esto mismo, la globalización se manifiesta como una gran catarata, cuya fuerza avasalladora arrastra ineluctablemente a todos los países.

El ciclo globalizador actual comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, aunque es hasta la década de los noventa, a raíz del colapso del socialismo, cuando se despliega a plenitud por todo el planeta. El proceso globalizador crea una estructura mundial que, entre otros rasgos, se caracteriza por la interdependencia y la integración económica prácticamente de todos los estados y naciones. No es el primer ciclo globalizador de la historia, pero es el primero que logra integrar dentro de una misma racionalidad y sistema prácticamente a todo el orbe.

Incluso, aquellos estados resistentes o que pretenden mantenerse al margen de la globalización, fracasan en su intento, al no poder dejar de interactuar con su entorno, caracterizado por la internacionalización de la economía y las finanzas, la revolución tecnológica, la socialización del conocimiento y la unificación del mundo a través de la economía de mercado, las comunicaciones, la informática, Internet, las migraciones, etc., y cuyas consecuencias afectan a todas las naciones sin excepción.

Para México y América Latina la ola globalizadora se presenta como una realidad compleja, azarosa y riesgosa, aunque a la vez, novedosa, enriquecedora y prometedora, con desafíos y oportunidades inéditas. Se debe recordar que, en los anteriores ciclos y hasta en el actual, los países de la región han tenido un rol pasivo y dependiente, mas como entes globalizados que como sujetos globalizadores, y de ahí el temor a ser arrastrados o devorados por su cauce, o incluso, se elige rechazar a la propia globalización.

Sin embargo, en virtud de que no existen determinismos históricos, la historia misma es testigo del auge y caída de los imperios, de cómo naciones pobres se enriquecen y viceversa, entonces, no se puede establecer a priori que dentro del presente proceso globalizador México o Latinoamérica estén condenadas a desempeñar un rol globalizado o marginal. Por el contrario, es posible que las naciones latinoamericanas, por sí mismas o asociadas con otros países o bloques puedan erigirse en sujetos globalizadores, actores protagónicos de la globalidad actual.

En esta reflexión América Latina no es solamente un referente geográfico, sino un punto de partida teórico. Significa que reflexionar sobre la realidad mexicana es, al mismo tiempo, un pensar latinoamericano, tanto porque seguimos siendo partes de un devenir histórico compartido como porque el planteamiento de alternativas para nuestro país implica involucrar al todo, esto es, a Latinoamérica, pese a la orientación extremadamente norteamericanista que dio el TLCAN a nuestra nación.

Estas breves líneas destacarán el carácter histórico de la globalización actual y las perspectivas que tienen América Latina y México como posibles sujetos globalizadores. En particular el ensayo enfatizará en las potencialidades turísticas de México como una de las vías posibles para su despegue globalizador.


1. Globalización y globalidad

Son bien conocidas las dos caras que nos presenta la globalización, y para referirnos a ellas retomamos la conceptualización del gran filósofo francés, Edgar Morin: el lado negativo, como Imperio-Mundo, significa dominación de Estados Unidos y de las principales potencias, del capital financiero y los monopolios, el agravamiento de las grandes desigualdades entre países y al interior de ellos, la supervivencia de un capitalismo consumista, depredador y la destrucción ecológica planetaria, las guerras y armamentismo crecientes, las redes criminales internacionales, etc. Su faz positiva, o Sociedad-Mundo, implica una mayor interdependencia entre las naciones y la conciencia de los Estados sobre sus responsabilidades mutuas y con el planeta, la revolución informática y de las comunicaciones, Internet y la universalización del conocimiento, la creciente generalización de la democracia y los derechos humanos, el desarrollo de una sociedad civil internacional…

En fin, son innumerables las teorías, las concepciones y las polémicas sobre la globalización, así como la infinidad de aspectos que implica su análisis. Sin duda, es uno de los fenómenos más estudiados en la historia, y no es propósito de este breve ensayo hacer un análisis sobre la globalización, ni tampoco proponer nuevas definiciones o interpretaciones. Solamente se definirá a la globalización de tal forma que sirva como un instrumento con valor heurístico y analítico.

Por globalización se entiende a un proceso creador de un sistema internacional, denominado globalidad, que por su extensión y alcances, como es en la actualidad, puede adquirir un rango mundial, y cuyos componentes se ordenan conforme a un principio ordenador de partes dentro de un todo, que interactúan entre sí, y como parte de un contexto.

La globalización como proceso generador de una globalidad se ha presentado de forma cíclica en la época moderna (desde el siglo XVI), por lo que no es un fenómeno exclusivo de los tiempos actuales, si bien el carácter mundial de la globalidad resultante sí resulta inédito. La globalización, en tanto proceso, atraviesa diversas etapas, es decir, tiene un principio y un fin, puesto que su expansión genera, concomitantemente a fuerzas organizadoras y unificadoras, resistencias y conflictos que pueden erigirse en tendencias desorganizadoras y desglobalizadoras que terminen con el ciclo globalizador.

La globalidad como sistema internacional se caracteriza por integrar a una multiplicidad de elementos y relaciones de muy diverso tipo (políticas, económicas, sociales, etc.), que pueden ser de carácter funcional, cuando impera la interdependencia o de contradicción si predomina el conflicto. En esta estructura suele imperar alguno de los elementos y de las relaciones integrantes, que sirve de principio ordenador de todos las demás dimensiones de lo real, e incluye una ideología legitimadora del sistema. Así, en la actualidad imperan las relaciones económicas capitalistas, de ahí que, Ulrich Beck1 denomina globalismo al liberalismo económico, al paradigma capitalista del libre mercado.

Dentro del sistema global existen sujetos globalizadores, actores activos y protagónicos, y entidades globalizadas, países y regiones pasivas y secundarias. Pero en virtud de que no es una estructura estática y cerrada, sino abierta y dinámica, comunicativa, competitiva, integrativa, cooperativa y/o conflictiva, entonces, naciones, regiones o hasta continentes pueden transitar, de una situación globalizada a una globalizadota (o viceversa). Estas categorías suelen aplicarse a los ámbitos políticos y económicos, ya que cuando una nación o región trascienden culturalmente, por ejemplo, se utilizan otras categorías analíticas.

En este sentido es importante considerar que, aun cuando un país desempeñe política o económicamente (o ambos) un rol globalizado, no significa que en otros ámbitos posea un lugar secundario o pasivo. Han imperado las caracterizaciones economicistas, pero la riqueza de una sociedad va más allá de su producto interno bruto... Puede haber naciones globalizadas, como las latinoamericanas, que participan destacadamente en la universalización del mundo por su arte, literatura, etc. Es indudable, que conforme prosperen económicamente y puedan ser globalizadoras-, la fuerza de su cultura será mayor, y por ello resulta indispensable que participen activamente en la globalización.

2. Ciclos históricos y la globalización

No se trata de establecer, ni mucho menos, “leyes de la historia” o una filosofía de la historia determinante de alguna teleología. Pero cuando se escucha con frecuencia que “la historia se repite”, entonces se reflexiona acerca de que, efectivamente, en la historia se producen una serie de fenómenos cíclicos, ya sea procesos, estructuras, movimientos y sujetos, que presentan rasgos similares y que aparecen en una misma etapa o, incluso, en distintas épocas, y que pueden ser de larga duración. Ejemplo de ellos, son “el auge y caída de los imperios”, “ciclos bélicos”, “ciclos anárquicos”, ciclos revolucionarios, democratizadores, globalizadores, el capitalismo y sus crisis, los ciclos bursátiles, etc.

De tal forma que una constante histórica es la recurrencia de fenómenos cíclicos en todos los ámbitos de la vida social. Un ciclo se puede definir como un conjunto de hechos, procesos, estructuras, sujetos e ideologías que se ordenan en torno a un principio ordenador.

Lo cual no significa, insisto, que la existencia de ciclos históricos implique una teleología, o una misma historia con varios capítulos y un final predeterminado. La globalización actual no es la continuación o una etapa más de la ola globalizadora del siglo XVI o la del siglo XIX, ya que, por ejemplo, el ciclo globalizador del siglo XVI es muy diferente al del XIX, no se diga al actual.

Por ello, no se pueden equiparar la historia de los ciclos globalizadores a una “historia general del capitalismo histórico”2 ni tampoco se puede hacer de la globalización un motor o hilo conductor de la historia. Simplemente, constituye un ciclo histórico como tantos otros ciclos. La globalización generalmente es un fenómeno de larga duración y caracterizado por profundas transformaciones que marcan el destino de gran parte o de todo el planeta. Asimismo, los ciclos globalizadores generan contradicciones que se erigen en limitante o, incluso, que pueden desencadenar tendencias desglobalizadoras, que a la postre pone fin al ciclo. Estas tendencias pueden ser conflictos militares que conduzcan al inicio de un ciclo bélico. El fin de un ciclo globalizador puede ser catastrófico.

Entonces, un análisis histórico de la globalización implica destacar, al mismo tiempo, su carácter cíclico y su especificidad. La globalización actual no es nueva, si se le considera un ciclo histórico, pero sí es inédita en cuanto a sus peculiaridades, fuerza, alcance y consecuencias. La globalización actual es finita si considera la experiencia histórica: entre más poderoso aparece un fenómeno, mayores son las contradicciones y fuerzas centrífugas que genera. Pero es un proceso irreversible, si se le percibe como un oleaje en plena expansión, ineludible, del cual nadie escapa, y que se requiere aprovechar a fin de participar en sus beneficios, y no ser únicamente víctimas de sus consecuencias negativas. Conforme mas países se incorporen a la globalización y se asocien para erigirse en sujetos globalizados, entonces, podrán redireccionarla hacia objetivos más humanos y sociales, menos lucrativos e individualistas

2. Ciclos globalizadores

Desde una óptica histórica, por globalización se entiende un sistema que incorpora a los países dentro de una estructura de alcance mundial conforme a un paradigma económico, político, social y cultural. Por ende, los ciclos globalizadores son aquellas etapas durante las cuales imperaron características similares, aunque de carácter general. En términos generales un ciclo globalizador se distingue por:

a) La existencia previa o simultánea de una revolución científica-tecnológica y/o cultural, cuya consecuencia principal sea la de cambiar cualitativa o cuantitativamente el modo de producción y las concepciones imperantes sobre el hombre, la naturaleza, el mundo y el universo.

b) Una expansión territorial y espacial que extienda las fronteras geográficas o cósmicas del hombre.

c) La existencia de actores políticos o económicos de rango mundial, que lleven a cabo políticas y acciones de impacto internacional y, por ende, de otros que sean receptores o que sufran los efectos de aquellas. Así, se pueden encontrar sujetos globalizadores y globalizados.

d) La interacción entre ambos tipos de sujetos da lugar a una estructura mundial con distintos tipos de vínculos, políticos, económicos, sociales, culturales, etc. En la estructura global, pueden imperar los nexos de tipo comerciales o industriales o financieros o coloniales o militares, etc., o una combinación de varios a la vez.

e) La existencia de un principio ordenador de dicha estructura, esto es, la racionalidad que le da orden, sentido o finalidad a la misma.

Evidentemente los contextos, circunstancias, actores y las relaciones específicas son diferentes, y por ello no se puede sostener que el ciclo globalizador es una repetición del ciclo anterior, o que el siguiente ciclo sea la continuación del primero. Los rasgos anteriores simplemente muestran que, al margen de las situaciones particulares, en la historia podemos encontrar fenómenos cíclicos que compartan características comunes. Los siglos XVI y XIX cuentan con ciclos globalizadores, y la globalización actual proviene de mediados del siglo XX hasta la actualidad.

2.1. La globalización actual

Las guerras, los fascismos y las crisis del periodo 1914 y 1945 enterraron la fe ciega en el progreso, entre los filósofos se habló de la decadencia de Occidente y se cuestionó las bases mismas de la civilización moderna. Aunque fue una etapa eminentemente desglobalizadora, las guerras y las crisis crearon las condiciones para una renovada expansión capitalista y otro proceso globalizador, parecido al anterior, pero todavía más poderoso y “totalitario”.

El mundo vive una revolución capitalista sin precedentes. El oleaje capitalista inunda desde países territorialmente pequeños de Europa del Este hasta inmensos como China, cuya apertura comercial del siglo XIX no tiene comparación con su presente pujanza globalizadora. El ciclo globalizador actual tiene dos etapas. La primera abarcó de la década de los cincuenta hasta el final de la Guerra Fría, y la segunda parte, data de los noventa y se prolonga hasta la actualidad. Haciendo abstracción de las particularidades de cada etapa, y conforme a las categorías mencionadas anteriormente, podemos presentar las características fundamentales del presente ciclo globalizador:

- Las incesantes innovaciones científico-tecnológicas transforman al mundo cada vez más aceleradamente. En la última década las innovaciones tecnológicas superaron a todas las realizadas anteriormente por la humanidad, y la realidad actual es cualitativamente diferente a la de hace medio siglo. Del solitario Sputnik se transitó a la Guerra de las Galaxias, de los bulbos a los microchips, de ENIAC a las PC’s, de las máquinas-herramienta a la robótica, de los antibióticos al desciframiento del DNA, del cobre a la fibra óptica, y hoy, del teléfono celular e Internet a... Nunca como ahora, la tecnología modela al mundo y la universalización del conocimiento y de las comunicaciones, unifican al mundo en una gran aldea global con un tiempo único- y el mundo está regido por la sociedad de la información y del marketing. Esta revolución electrónico-informática, no sólo ha cambiado la organización económica, sino que transforma todo lo humano, al grado de que se habla de una transformación civilizacional, de la que los hombres no son plenamente conscientes de sus alcances y consecuencias.

- Toda esta vorágine tecnológica ha significado una expansión de las fronteras humanas sin precedente: simplemente el telescopio espacial Hubble ha enviado las más bellas imágenes de galaxias remotas, antes inimaginables para el ser humano, ha permitido calcular la edad del universo (unos 13,700 millones de años), y ha mostrado que la expansión del cosmos se está acelerando, lo que ha repercutido en nuestra concepción sobre las ciencias, el universo y la vida, de manera que ya es más integral y dinámica, aunque también con más incertidumbres e interrogantes.

- En las primeras dos décadas del actual ciclo globalizador, imperó un paradigma tecno-económico basado en el Estado benefactor y rector; en grandes conglomerados empresariales centralizados y gestión funcional jerárquica y rígida; en la producción en serie, donde la demanda se supeditaba a la oferta; y en un uso intensivo de energéticos relativamente baratos. A raíz de la crisis de los setenta y de la revolución informática y de las telecomunicaciones, se transformó el paradigma productivo. El Estado abandona su papel rector y benefactor. El nuevo modelo se caracteriza por: la supremacía del sector privado trasnacional y financiero; la organización a escala global de la producción, la distribución y el consumo; la introducción de la fabricación variada correspondiente a una demanda cada vez más diferenciada; la especialización flexible; el control total de la calidad; el enfoque orientado al cliente; la proliferación de pequeñas y medianas empresas; el uso intensivo de la información, los conocimientos y los servicios; la descentralización corporativa y la jerarquía laboral flexible.3

- Después de la segunda guerra mundial, comenzó la Guerra Fría, y durante más de 40 años imperó la bipolaridad y el conflicto entre el capitalismo y el socialismo, y la humanidad fue rehén de una rivalidad prácticamente a muerte (por ejemplo, la crisis de los misiles en 1962) entre Estados Unidos y la URSS. En el Occidente capitalista, Estados Unidos se convirtió en el principal sujeto globalizador, sobre la base de su supremacía política, militar y económica. La prosperidad de la posguerra estuvo sustentada en el imperio del dólar y de la prepotencia militar, pero también, de la universalización del “american way of life”, de un modo de vida caracterizado por el individualismo hedonista, consumista y materialista. Por primera vez en la historia, el sujeto globalizador domina al mundo, no sólo por su supremacía política y económica, sino porque logra imponer su cultura a casi toda la humanidad.

- El Estado norteamericano fue el actor globalizador hegemónico hasta los años setenta, cuando a raíz de la crisis del dólar y del petróleo, tuvo que recurrir a Europa y a Japón para compartir los costos del sistema global. Asimismo, las empresas trasnacionales se convirtieron en poderosos sujetos globalizadores, y a partir de la implantación del neoliberalismo ocuparon importantes espacios dejados por el Estado, y después del colapso del socialismo el capital financiero pudo expandir su hegemonía por todo el orbe. Ahora, en la posguerra fría, impera una unipolaridad política el liderazgo global de Estados Unidos-, la bipolaridad militar el poder nuclear compartido entre EU y la URSS-, y la multipolaridad económica, Norteamérica, la Unión Europea y Asia, Japón y China, sobre todo. En general, las naciones latinoamericanas mantienen su calidad de naciones globalizadas.

- Sin restarle importancia al rol de los Estados-nación, a las relaciones políticas entre los mismos, la integración e interdependencia económicas constituyen el rasgo distintivo de la globalización actual. Como nunca antes en la historia, prácticamente todos los países han quedado integrados dentro de una estructura mundial, y sin lugar a dudas ya nadie escapa a los efectos globalizadores, aun cuando luche por librarse de ellos. Aunque la dinámica económica marca la pauta de la interacción entre los países, una peculiaridad de la globalización actual es su carácter totalizante, esto es, la estructura mundial creada se extiende a todos los ámbitos de la vida humana, y a través de la publicidad y la normalización intenta, no sólo estandarizar la producción y el consumo, sino un exclusivo modelo de persona, de régimen político, de sociedad, arte, etc. Por eso se habla de un pensamiento único y de una “globalización totalitaria”.

- Durante la Guerra Fría, el principio ordenador de las relaciones internacionales fue la rivalidad Este-Oeste, y la globalización tuvo como freno el bloque socialista y los movimientos de liberación nacional. Con el colapso del socialismo, se transitó de la cold war a la trade war, y la globalización impuso a plenitud la racionalidad instrumental capitalista. Hoy se vive el imperio de la productividad, la eficiencia, la competitividad empresarial, y las personas y los países interesan en tanto que reportan alguna utilidad económica o financiera. Su importancia dentro de la globalidad interesa en tanto que puedan ser consumidores, esto es, sujetos globalizados.

- Las instituciones, grupos y foros que gobiernan o desgobiernan a la globalidad -el Fondo Monetario, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, la Reserva Federal de Estados Unidos, el Foro de Davos, el Grupo de los Ocho, entre otros- son organismos fundamentalmente elitistas y cerrados, cuyo credo ideológico se encuentra sintetizado en el “Consenso de Washington” (denominado así por el periodista John Williamson), un conjunto de principios y políticas supuestamente acordadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Reserva Federal y el Congreso de Estados Unidos. A este credo legitimador de esta etapa de la globalización (y a su práctica resultante) se le denomina neoliberalismo. En el “Consenso de Washington” se establece la necesidad de que los países establezcan políticas de: equilibrio macroeconómico; disciplina presupuestaria; liberación financiera, económica y comercial; tipos de cambio competitivos; desregulación; privatización; garantía de los derechos de propiedad, entre otras recomendaciones, especialmente dirigidas a los países que no han aplicado las reformas estructurales, a fin de implantar el modelo de desarrollo acorde con la globalidad.

3. México y América Latina como sujetos globalizados

Desde el primer ciclo globalizador de la era moderna (siglo XVI) has el actual, la región ha sido relegada a un rol pasivo y dependiente de la dinámica mundial. Si bien los ciclos globalizadores no hubieran sido posibles sin la participación de América Latina (como olvidar, por ejemplo, la importancia de su riqueza minera para el auge mercantilista del siglo XVI o de su potencial agropecuario para el boom capitalista de fines del siglo XIX), dentro de cada estructura global Latinoamérica ha sido entidad globalizada, es decir, ente dependiente de las directrices de las potencias dominantes, quienes han marcado la pauta y el sentido de los ciclos globalizadores.

La globalización actual establece un sistema mundial mucho más complejo que los ciclos anteriores debido a que abarca las múltiples dimensiones de la totalidad real. Si durante su primera etapa, el bloque socialista resultó un freno al expansionismo capitalista, ahora la globalización se puede extender casi a plenitud, si bien sus fronteras se encuentran delimitadas por la particularidad, la complejidad o la resistencia de cada nación o de las etnias que la constituyen, y el grave deterioro ambiental del planeta.

Cuando la marea globalizadora era contenida por el dique socialista, América Latina, sin dejar de participar dentro de la economía mundial, centró su orientación económica en la implantación de un modelo de sustitución de importaciones, basado en la rectoría del Estado, el proteccionismo y un nacionalismo defensivo. No obstante, las fuerzas de la globalización como las trasnacionales, las inversiones, el comercio- y las contradicciones del Estado rector frustraron el desarrollo autónomo, y a raíz de la crisis de los ochenta se impuso el patrón de crecimiento externo. La rectoría económica del Estado fue sustituida por el predominio empresarial, la economía de mercado, la orientación exportadora, la apertura externa. Los años ochenta fueron de transición económica y política (retornaron las democracias), pero resultaron perdidos para el desarrollo social. La terapia de choque monetarista contuvo la crisis, se redujo la inflación, y ya en los noventas, se logro la estabilidad macroeconómica y retornó el crecimiento, si bien raquítico.

Ante la fuerza del “tsunami globalizador”, la primera reacción latinoamericana fue la de tratar de adecuarse, y abrió sus economías al mundo (únicamente México tiene tratados o acuerdos de libre comercio con más de 70 países), incorporándose como sujeto globalizado. América Latina se ha convertido en una potencia exportadora (sólo México exportó en el 2004 187 mil millones de dólares), y pareciera que se retorna a una etapa de crecimiento sostenido (en el 2004 la economía regional creció 5.7%). Asimismo, en el 2004, América Latina transfirió al exterior 77 mil 826 millones de dólares como pago de intereses y remisión de utilidades a las matrices de empresas foráneas que operan en la región... (Cantidad superior a la inversión extranjera que recibió, 37 mil 848 millones), sin olvidar la valía de sus migrantes, de su fuerza de trabajo, de sus recursos naturales, etc.

Sin embargo, la superación de la crisis y la implantación de la primera generación de reformas estructurales tuvieron un alto déficit social. Continúan en la pobreza 222 millones de latinoamericanos (42% de la población total 540, según la CEPAL), de los cuales 96 millones corresponden a pobreza extrema, la tasa de desempleo promedio es de 10%, y continúa como la región más inequitativa del mundo, puesto que el 10% de los más ricos recibe un ingreso medio 30 veces superior al que percibe el 40% más pobre. Los contrastes entre países también son dramáticos. Mientras que la malnutrición infantil afecta al uno por ciento de los niños chileno, en Guatemala alcanza el 23%...4

Pese a este dramático saldo, la respuesta latinoamericana no puede ser el aislamiento o el enfrentamiento con fuerzas mundiales que la rebasan y que, de cualquier forma, nos incorporan dentro del oleaje globalizador. Si bien la globalización actual puede generar sus propias contradicciones (existen objetivamente fuerzas o tendencias desglobalizadoras) que la destruyan o la conduzcan a una etapas superior, mientras suceda una u otra cosa, los latinoamericanos deberán percibirla como una oportunidad para formar, ya sea un bloque continental o sólo latinoamericano, y ante la posibilidad de erigirse, por primera vez en la historia, en sujetos globalizadores.

4. México y América Latina como sujetos globalizadores.

¿Qué significa ser globalizador? Implica que un país se erija en una entidad que participa protagónicamente en la globalización. Un ente político y económico que contribuya a modelar a la globalización para la satisfacción de sus intereses mediante: su activa y eficaz participación en los organismos políticos y económicos internacionales; la formación de alianzas y bloques, y que estimule procesos de integración y cooperación política y económica; la promoción de cárteles, empresas nacionales o trasnacionales que compitan exitosamente en los mercados globales; la diversificación de sus exportaciones; la generación de ciencia y tecnología de vanguardia... La acción globalizadora no es sinónimo necesariamente de activismo internacional, ya que, presupone primero, la existencia de un proceso globalizador o de una globalidad y, segundo, que dicha acción pretende formar parte de dicho proceso y realidad global.

La acción globalizadora implica un nuevo concepto y ejercicio de la soberanía. Históricamente el nacionalismo y la soberanía imperantes en Latinoamérica han sido de carácter defensivo, en virtud de que los países de la región han sido objeto de infinidad de agresiones y mutilaciones externas. Como la relación con el entorno (particularmente con Estados Unidos) ha sido conflictiva, entonces la soberanía se entendió como sinónimo de autodeterminación e independencia, expresando una profunda desconfianza hacia lo extranjero, y como un asunto de lucha contra el exterior. La soberanía como caparazón o barrera que debía proteger a las naciones, no sólo de las acciones intervencionistas, sino de los ciclos bélicos y de las crisis que han azotado a la humanidad.

Así, el rechazo a la Doctrina Monroe, al Destino Manifiesto, al panamericanismo y, en general, a la política exterior de Estados Unidos, a su imperialismo, siempre se han considerado elementos fundamentales del ejercicio soberano latinoamericano. A toda acción de Estados Unidos, ya fuera militarista, económica, o de otro tipo, había que resistir. De lo contrario, la política exterior era servil o cómplice (la misma critica que los chinos en los años sesenta hacían a los soviéticos por “ceder” ante Estados Unidos). En este enfoque, cada acto nacionalizador significaba un triunfo sobre el extranjero, una defensa reivindicadora del patrimonio propio, de la identidad y la dignidad nacionales. Esta concepción resultaba congruente con el tradicional rol globalizado que desempeñaba América Latina, y con su intento de lograr una autonomía del coloso del norte a través de una política exterior independiente y contrapuesta a éste.

La crisis centroamericana y, en general, el militarismo de Ronald Reagan fueron el contexto inicial del renacer activista latinoamericano. La creación del Grupo Contadora fue el detonante del activismo regional, puesto que en las décadas siguientes se intensificaron los encuentros, las conferencias, las cumbres, la creación de grupos de consulta, de apoyo y de intermediación política; así como el establecimiento de organismos, tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio o integración económica, comercial o productiva entre los mismas naciones (o empresas) de la región o con otros países del continente (Estados Unidos y Canadá) o de otras partes del mundo. Sin olvidar que los latinoamericanos participan activamente en los organismos internacionales, colaborando directamente en su gobierno, o formando alianzas, empresas, etc., con otros estados para influir en sus decisiones, etc.


No obstante que todas estas actividades tienen su lógica propia, y hasta algunas de ellas se consideran antagónicas -por ejemplo el TLCAN y el ALCA frente al MERCOSUR y la Comunidad Sudamericana de Naciones- gran parte de ellas se pueden calificar como acciones globalizadoras debido a que, implícita o explícitamente reconocen a la realidad global, y que buscan formas institucionales para insertarse protagónica y ventajosamente en ella. Implican ya, una soberanía proactiva, con orientación externa, abandonando en la práctica el nacionalismo cerrado, defensivo y antiyanqui. Es indudable que México y un grupo importante de países latinoamericanos han aceptado la alianza con Estados Unidos y Canadá, sin que ello implique abdicar de su soberanía (en el nuevo sentido que adquiere) o de su latino americanismo, porque siguen en libertad de explorar y explotar las diversas alternativas y mecanismos que les permitan erigirse en sujetos globalizadores.

Incluso, aquellos estados (como la Venezuela de Hugo Chávez) que se confrontan públicamente con Estados Unidos no asumen políticas antiglobalizadoras, ya que, más allá de los discursos o actos populistas, siguen manteniendo relaciones con empresas norteamericanas (entre otras), y más aún, continúan promoviendo proyectos, empresas, inversiones, pactos, tratados, entre otros mecanismos tendientes a la formación de alianzas, a la integración de bloques o al fortalecimiento de los ya existentes, etc.

Por tanto, en el contexto de la globalidad actual, por soberanía se entiende a la capacidad globalizadora de una nación. Esta interpretación supone la posibilidad de que: una nación o conjunto de ellas se transformen en globalizadoras, el entorno puede ser positivo y provechoso, sin dejar de ser competitivo y azaroso; ningún país puede ser autosuficiente y, por ende, deberá asociarse y/o integrarse con un conjunto de naciones que tengan intereses afines.

En esa conversión globalizadora, el Estado continúa como un agente fundamental ya que genera las condiciones básicas para lograrlo, además de que él mismo sigue siendo un actor globalizador de primer orden, aunque ya no es el único, dada la existencia de otros sujetos con ese carácter (empresas privadas, ONGs, etc.).

Esta concepción de soberanía presupone que el modelo de desarrollo actual debe ser reformado dado que ha propiciado casi nulo crecimiento y ha generado distorsiones altamente nocivas para el país: la desbordada monopolización, los desequilibrios sectoriales y regionales, el precario desarrollo científico y tecnológico, la escasa competitividad, la crisis agrícola y ambiental y, sobre todo, la desigualdad en el ingreso.

Tanto las políticas ortodoxas fondomonetaristas como estatistas-patrimonialistas impiden la práctica de la soberanía como acción globalizadora, porque frenan el cabal potencial de una nación, al someterla a los dogmas económicos ortodoxos o a los del fundamentalismo estatista.

Se requiere una nueva política económica, libre de dogmas, que haga del Estado un promotor del desarrollo sostenido y sustentable, sin recaer en el estatismo, el populismo, el regulacionismo o el proteccionismo. Una promoción que permita el desenvolvimiento equilibrado de los particulares y de las comunidades; de las entidades federativas y de los municipios, de los sectores productivos y de los servicios, de los hombres y de las mujeres…

5. México y su turismo globalizador

Son múltiples las vías globalizadoras que puede explotar un país, pero naturalmente debe aprovechar su geografía, sus recursos naturales, sus culturas y tradiciones, su infraestructura, su fuerza de trabajo, sus servicios, etc., en fin, sus ventajas comparativas que le permitan competir con éxito, socializar equitativamente los beneficios y ejercer plenamente su soberanía. México tiene potencial globalizador en diversas áreas, principalmente en aquellas donde ya ha demostrado un rango y calidad internacionales. Es el caso del turismo.

El turismo es una de las actividades que le dan a México un lugar preponderante en el mundo desde hace largo tiempo. Su geografía, su historia, su cultura, su infraestructura, su diversidad climática, sus atractivos naturales, su tradicional hospitalidad y la calidad de sus servicios hacen de nuestra nación uno de los sitios más preferidos por el turismo internacional. Sin quererlos abrumar con cifras, baste citar algunas proporcionadas por la SECTUR en el 2005 y 2006

- En el 2005 México ocupa el séptimo lugar mundial en materia turística, ya que en ese año visitaron al país 21.9 millones de personas. En el 2006 fueron 21.4 millones.

- Es el catorceavo lugar mundial en ingresos por divisas ya que alcanzó los 11.803.4 millones de dólares (2005). El turismo aporta aproximadamente el 8 por ciento del PIB total.

- Para el 2006 sus ingresos fueron de 12,176 millones de dólares, y sus egresos fueron de 8,108 millones de dólares. Por ende, el saldo de la balanza turística fue de 4,068.

- El superávit turístico representó en 2005 el equivalente al 55.4 por ciento del déficit comercial. El turismo constituye un aporte fundamental para financiar el déficit comercial.

- El turismo constituye una locomotora económica, ya que nueve a todo el sector servicios, e indirectamente al resto de la economía, y puede contribuir a disminuir los desequilibrios regionales, particularmente de las zonas o localidades pobres y marginadas.

Si es indudable el valor económico del turismo, también lo es por su valor cultural y social. Es un factor dinamizador del patrimonio y de las comunidades; genera recursos para la conservación y el desarrollo de los bienes culturales, orgullo comunitario de los mismos, y es factor de conocimiento y de divulgación del patrimonio, siempre que se aprovechen sustentablemente.

Por ello, en el Plan Nacional de Desarrollo del presidente Felipe Calderón se establece que el turismo es “una prioridad nacional dada su importancia como factor de desarrollo motor de crecimiento”, “por su elevada productividad y empleo bien remunerado”, por su enorme potencial ante las grandes expectativas por el crecimiento del turismo internacional en los próximos años.

Sin embargo, en el mismo documento se reconoce que la globalización genera mayores destinos y competencia turísticas (simplemente pensemos en China, país que ya ocupa el cuarto lugar mundial en turismo), además de que los menores costos de transportación aérea y la mayor complejidad de los servicios ofrecidos faciliten a los turistas diversificar sus destinos y ser más exigentes. Todo ello sin olvidar, y eso no se menciona en este texto, nuestro país en recientes fechas enfrenta el agravamiento de las condiciones sociales mayores desigualdades y tensiones, así como de inseguridad y violencia, lo que incide desfavorablemente en su atractivo turístico.

El citado texto establece una serie de estrategias que pretenden hacer de México “un líder en la actividad turística” tales como la promoción de programas de desarrollo de una amplia gama de servicios turísticos, para promover la calidad de los servicios turísticos y la satisfacción y seguridad del turista, y para mejorar las condiciones de vida de la población, especialmente aquella donde se ubique la actividad turística. Se destaca el imperativo de incrementar la competitividad y la diversificación de la oferta turística nacional.

Justamente aquí interesa destacar lo relativo a la competitividad. El enfoque tradicional con respecto a la competitividad turística tiene que ver con la mayor eficiencia y calidad de los servicios, con la diversificación y la promoción de la oferta turística, con las mejores condiciones económicas, sociales y políticas para estimular la inversión, el empleo y la afluencia de visitantes. Si bien esta perspectiva es correcta, en la actualidad no es suficiente, ya que una de las características de la globalización actual es la agresiva rivalidad empresarial por los mercados a nivel mundial.

La política tradicional de atracción del turismo puede ser muy agresiva y eficiente, pero no deja de reflejar una actitud receptiva, puesto que, a final de cuentas México debe esperar la respuesta del turismo. Sin abandonar ni mucho menos estrategias de este tipo, la globalización actual está obligando a una nueva política, una de carácter proactiva o globalizadora en materia turística, entendiendo por ella la promoción internacional de los sujetos turísticos aerolíneas, hoteles, agencias de viajes, restaurantes, etc.) a fin de que puedan competir, no sólo interna, sino externamente con otras empresas o sujetos globalizadores, y poder conquistar mercados internacionales, sobre todo en aquellos regiones y países que no han sido aprovechados en todo su potencial. América Latina y el Caribe es un mercado natural para la acción globalizadora de México.

El Estado tiene una fuerte responsabilidad en esta política de acción globalizadora. No sólo porque debe crear condiciones económicas, sociales y políticas para el desarrollo de los sujetos globalizadores, sino porque su principal obligación es lograr que estas acciones se traduzcan en reparto equitativo y beneficio generalizado, y no restringido como hasta ahora. Pero también los empresarios deben abandonar su filosofía de la ganancia individualista, fácil y rápida, que tanto daño ha hecho al país.

Conclusión

Cada ciclo globalizador ha generado para la humanidad grandes beneficios materiales y espirituales, y en este sentido ha contribuido a que el proceso de hominización continúe transformando al ser humano en un sujeto más productivo y creador.

Sin embargo, conforme se ha globalizado el mundo también se han generalizado los problemas y las consecuencias negativas de la globalización. Así, desde el anterior ciclo globalizador, la destrucción ecológica del mundo se ha acelerado, y en la actualidad se sufre una crisis ambiental de enormes proporciones. Entre 1970 y el 2000 el planeta ha perdido el 30% de su riqueza natural, y en la actualidad la humanidad está consumiendo el 120% de lo que la Tierra produce, de manera que nuestro globo terráqueo necesitaría un año y un trimestre para reponer el equivalente a lo que los seres humanos consumen cada año.5

Otra paradoja es que entre más riqueza se genera, mayor es la desigualdad y pobreza. En términos de distribución del ingreso, la globalización presenta un saldo negativo. Mientras que las potencias exploran el espacio y planean su colonización, muchos países luchan por superar la era preindustrial... Mientras 500 personas poseen una fortuna superior a los mil millones de dólares, según cifras del Banco Mundial (2004) mil millones de personas (de un total de 6 mil millones de terrícolas) sobreviven con un dólar por día... Mil millones concentran el 80% de los recursos planetarios, mientras que 2 800 millones viven en la pobreza.6

No sólo destacan las desigualdades sociales, sino que la brecha entre las naciones se ha ahondado con cada ciclo globalizador. Lo grave de las estructuras globales creadas hasta la fecha es que ha generado una distribución de roles, en la que unos pocos países desempeñan el papel de globalizadores, y la mayoría, entre ellos los latinoamericanos, se les reduce a ser globalizados.

Empero, la globalidad no es una estructura inmutable y determinista. Diversas naciones de Asia han demostrado que pueden desempeñar un destacado rol globalizador. Países o regiones tradicionalmente globalizados pueden transformarse en sujetos globalizadores.

México, en particular, tiene potencial globalizador y el turismo es una actividad que puede hacer realidad el despegue definitivo de nuestro país.

Muchas Gracias
Lic. Enrique Villarreal Ramos

ocubo1962@yahoo.com.mx



Notas Bibliográficas


1. BECK, Ulrich, ¿Qué es la globalización?, PAIDOS, Barcelona, 1998.

2. Immanuel Wallerstein, concretamente, emplea la categoría de “sistemas-mundo” como unidad de análisis para la comprensión del capitalismo histórico y de la dinámica global de todos los fenómenos. El capitalismo histórico es el escenario integrado de las actividades productivas que tienen como objetivo la acumulación de capital, y cuya génesis se remonta al siglo XV, y que se extiende en la actualidad a todo el globo. En este sentido, la globalización no sería un fenómeno nuevo, ya que estaría asociada a la evolución del capitalismo histórico. El capitalismo histórico, 3ª. Ed., Siglo XXI, México, 1998.

3. Ver a HARNECKER, Martha, Haciendo posible lo imposible. La izquierda en el umbral del siglo XXI, Siglo XXI, México, 1999.

4. La Jornada, 23 de agosto de 2005, p.3 y 26 de diciembre de 2005, p.22.

5. Informe Planeta Vivo 2004, WWF, Suiza, 2004

6. La Jornada, 27 de mayo de 2004, p.25

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